El castella (kasutera) es un bizcocho japonés muy popular.

Lo introdujeron los mercaderes portugueses en Japón en el Siglo XVI, de ahí procede su nombre: el pão de Castela portugués que significa pan de Castilla. Nagasaki era la ciudad portuaria abierta al comercio extranjero. Cuando llegaron los portugueses, introdujeron muchos productos en Japón además del castella. En esa época el azúcar era muy caro por lo que el castella no era un postre popular sino que estaba reservado a la aristocracia. Cuando en 1860 Japón se vio obligado a abrir todos sus puertos al mundo, el azúcar bajó drásticamente de precio y el castella se popularizó entre los japoneses.

Los ingredientes para elaborar este postre son muy simples: harina, huevos, azúcar y sirope de arroz. No lleva aceite, ni mantequilla ni levadura. Tradicionalmente se cuece en unos recipientes de madera para que el calor se distribuya mejor y no se seque demasiado antes de estar perfectamente cocinado. En Japón los postres no son muy dulces. El castella no es una excepción, tiene un sabor suave y esponjoso, suele venderse en cajas estrechas y alargadas o bien empaquetado individualmente. Suele comerse solo, sin añadirle toppings aunque una excepción es el dorayaki que está hecho con pancakes de castella.
Si hemos de probar uno de los mejores, recomendamos el de Fukusaya. Esta pastelería abrió en 1624 en Nagasaki y hoy en día podemos encontrar mostradores con sus productos en los mejores centros comerciales por todo Japón, en las plantas de alimentación.
El envoltorio es precioso, amarillo y negro. Nosotros preferimos el original aunque también venden el llamado “Hollander” con cacao y con toppings de nueces y pasas.